Entrevista a María Wills Londoño, curadora de la exposición “La vida es la calle”, en Fundación Larivière

Por Alejandro Zuy 


María Wills Londoño (Bogotá, Colombia 1979) es curadora e historiadora de arte. Sus proyectos curatoriales han sido exhibidos en reconocidas instituciones de Nueva York, París, Londres Madrid y Bogotá.  Fue directora del Museo de Arte Miguel Urrutia del Banco de la República de Colombia entre 2019 y 2023. En 2019 fue seleccionada como curadora de la Bienal de la Imagen MOMENTA en Canadá y en la actualidad se encuentra presentando en la Fundación Larivière, ubicada en el barrio de La Boca, la exposición La vida es la calle acerca de la obra del fotógrafo colombiano Fernell Franco.

Fernell Franco (Versalles, Valle del Cauca, 1942-Cali, 2006) fue un fotógrafo colombiano autodidacta. Comenzó trabajando en las calles de Cali, fue reportero para periódicos y también se desempeñó en el mundo de la publicidad. Al tiempo que realizaba estos trabajos desarrolló una búsqueda personal. Sus series, que tienen lo urbano como eje, abordan temáticas como demoliciones, ruinas y lugares sombríos que evidencian la decadencia y el olvido, tanto de la ciudad como la de sus habitantes.

¿Cuál ha sido tu formación y tus inicios en la curaduría?  Tengo formación en Derecho (Universidad de los Andes) lo cual me ha sido muy útil en momentos en que tengo que escribir, argumentar e investigar y dos maestrías en Historia del arte. Además, tengo la experiencia de haber trabajado en diversos museos. El inicio de mi carrera fue en los museos del Banco de la República (Bogotá) en donde trabajé en proyectos educativos y en las salas infantiles. Poco a poco me fui vinculando con las exposiciones gracias a mentores, personas muy importantes como José Ignacio Roca, Carmen María Jaramillo o María Iovino de quienes aprendí el amor por hacer exposiciones y por realizar una curaduría profunda, sentida, por sobre todo muy cercana a los artistas, a sus talleres y a sus procesos. Desde allí creo que es posible traducir y coadyuvar para representar sus ideas de la manera en que ellos pensaron sus obras. Ocurre a veces que hay curadores que abordan el trabajo de los artistas desde un interés específico, individual y creo que lo más importante es poder transmitir qué es lo que hay detrás de la creación de cada artista y para ello hay que trabajar muy cerca de sus procesos en sus talleres. He abordado siempre la curaduría desde la cercanía, desde la voz en primera persona del artista y esto se ha notado mucho en los trabajos realizados con artistas como Oscar Muñoz y Fernell Franco.

¿Cómo observas la escena artística y curatorial latinoamericana con respecto a la internacional? Creo que la escena artística latinoamericana es maravillosa. Considero que se ha visto un interés profundo y un reconocimiento a sus artistas de un tiempo a esta parte. Creo también que se ha dado una bonita circulación de exposiciones de artistas latinoamericanos dentro del hemisferio sur en los últimos diez años de una manera sumamente positiva. Hay que tener en cuenta además las dificultades, ya que no hay tantas instituciones, tantos espacios que permitan generar una profesionalización más consistente que posibilite vivir exclusivamente de la curaduría. Si bien no hay suficientes espacios, surgen modalidades alternativas de hacer curaduría muy interesantes. Por otra parte, observo que la formación curatorial en Latinoamérica es buena. En ese sentido hay muchos curadores latinoamericanos que están trabajando de manera internacional. Un ejemplo de ello es el brasileño Adriano Pedrosa, el curador de la Bienal de Venecia de este año; otro es el colombiano José Roca quien fue uno de los curadores de la Bienal de Sydney 2022 en Australia. Estos casos permiten la posibilidad de reflejar formas de pensar desde los márgenes y no desde los centros tradicionales del arte.

¿Qué particularidades tienes presente cuando encaras la curaduría de una exposición de fotografía?  Me ha interesado mucho hacer revisiones de la “movida” fotográfica en el continente latinoamericano porque creo que no ha habido suficientes planteamientos expositivos. Algunos interesantes se dieron en torno de proyectos como La Mirada o de la Colección Daros que se enfocaban en artistas muy interesantes pero que se mantenían dentro de una perspectiva bastante tradicional, muy cercanas a lo exótico. Ha sido importante también enfocarse – y en esto hay que destacar la publicación del Fotolibro Latinoamericano que hizo Horacio Fernández junto con otros editores- en otras perspectivas de la fotografía en Latinoamérica. Una perspectiva muy particular aborda lo urbano como fueron los casos de Urbes mutantes 1941-2012, Fotografía Latinoamericana o Pulsiones urbanas, Fotografía latinoamericana, 1960-2016, que realicé junto a Alexis Fabry o inclusive el caso de Fernell Franco.

¿Sobre qué ejes has pensado la exposición “La vida es la calle”?  La obra de Fernell Franco es muy interesante porque permite tener múltiples perspectivas sobre lo fotográfico y en esta ocasión me interesó abordar su trabajo desde su contacto con la calle, con la vida pública. Incluso por la marca que ha nos dejado la pandemia y la necesidad, después del profundo aislamiento, del encuentro social en las calles; encuentro que es posible ver en las fotografías de todas sus series. Él comenzó su trabajo como mensajero, como fotógrafo recorriendo las calles de Cali; la vida de esta ciudad fue destacada por la mirada de diferentes artistas como Ever Astudillo u Oscar Muñoz. Fue una característica del arte colombiano de los setentas y los ochentas. Los cambios que tenían las ciudades resultaban como metáforas que hablaban de la memoria porque en ese momento se dieron cambios muy trascendentes en las ciudades colombianas motivados por el desarrollo inmobiliario y por el influjo del dinero del narcotráfico que incrementaban el olvido patrimonial. Entonces, esa mezcla de deseo de abordar la vida desde las calles y la alegría desde la festividad, junto con ese lado trágico de la ruina, de las demoliciones e incluso explosiones que hubo, debido a atentados cometidos en esa época, generó un contraste poético en su obra. Este perfil se ve incrementado por un dramatismo en el uso del claroscuro que se puede detectar en cada una de sus series y que es algo intencionado y causado en el laboratorio; algo que está muy destacado en su obra.

¿Cómo se fue consustanciando el concepto curatorial de la exposición con el trabajo de montaje?  Para la realización de la exposición en Buenos Aires fue sumamente importante trabajar de la mano de Juan Lo Bianco. Para mí fue un cómplice que entendió desde un principio lo que yo quería manifestar y que tenía mucho que ver con un relato muy cercano al artista y a sus series. Es decir, lo que el mismo artista había deseado al generar estas series para las que trabajó muchísimo al final de su vida de la mano de María Iovino y que se presentaron en exposiciones. Sin embargo, en la profunda inmersión que he hecho del archivo desde hace más de 15 años me he enfocado también en trabajos que no fueron muy mostrados y que tienen que ver con bocetos, y con los procesos de experimentación con la foto, con su soporte que rompía, y hacia collages, o que coloreaba. Había pequeños tesoros, obras en pequeños formatos increíbles. También me interesa mostrar el bellísimo trabajo con el color de la serie Color popular que no se conoce mucho y para el cual trabajó con rollos de diapositivas y los colores se ven saturadísimos y eso los hace muy potentes. Juan Lo Bianco resultó esencial en generar ritmos. Me parece que el trabajo curatorial se logra cuando quien hace el diseño y quien acompaña todo el proceso museográfico es igual de importante y no cuando el rol de curador se hace muy protagónico.

Ha sido destacada por el público la transparencia de una fotografía de la serie Prostitutas ubicada al final de la sala. La creación de la transparencia funcionó como una posibilidad de dividir los espacios, pero a su vez es una de las imágenes y en ella vemos a Fernell Franco dentro de la sala. Es una aproximación bastante fantasmagórica que separa y deja aire para las prostitutas que posaron para la fotografía. Fue algo que consolidamos con Juan Lo Bianco, fue una idea que siempre estuvo rondando por allí y que pudimos concretar. Es muy bello hacer un recorrido y ver a través de la transparencia de la tela, personas pasando, dándole vida con un matiz de instalación y hacer que los mismos visitantes de la exposición formen parte de la fotografía. Eso es muy protagónico y muy bonito.

Más información sobre la exposición: https://www.fundacionlariviere.org/ag/novedades/30_la-vida-es-la-calle-fernell-franco.html

Fundación Larivière: Caboto 564, La Boca, Buenos Aires, Argentina, 

Contacto: info@fundacionlariviere.org